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No rememoro tiempos en que no fuera de noche, de manera que no he tenido jamás forma distinta para señalarte que no fuera este distraído y atento juego de una mano que no diviso. Giorgio Manganelli





lunes

Tiempo perdido

En una ocasión, susana me preguntó: ¿qué haces perdido? Francamente, le respondí, me dejo guiar por los pasos que nunca me precedieron y a los que sólo imagino podrían dejarme salir. ¿Salir? ¿De dónde? Nunca he estado encerrado. Por lo menos, no fuera de mi cuerpo. Salir lejos, lejos y fuera, eso me respondí.

En una ocasión, cinthia me preguntó: ¿no me tocas? Le respondí, cínicamente: una persona que prefiere la tentación de la carne por encima de la tentación de perderse en sí, francamente, no puede salir nunca. ¿Salir de dónde? Salir de la calle y de la ciudad y del mundo y de allí…

Fueron bastantes ocasiones las que una voz (francamente irreconocible dado que se le escuchaba usando aditamentos que le encubrían) me preguntó: ¿por qué salir, por qué no quedarse y existir? Porque existir es malo para la vida, porque existir implica esfuerzo y la vida conciente está agotada de querer un sentido para no salir. Nunca le respondí, puesto que la voz era sorda y no quería escuchar.

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