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No rememoro tiempos en que no fuera de noche, de manera que no he tenido jamás forma distinta para señalarte que no fuera este distraído y atento juego de una mano que no diviso. Giorgio Manganelli





miércoles

Capitulo I

La idea según la cual su desaparición sería debida a algún intercambio -sin duda monstruoso- con el cuerpo fenecido de un alma relativamente antigua constituye la hipotesis que no obstante, por fabulosa que pueda parecer, si yo fuera usted, adoptaría sin titubear. 

Así como no teníamos la certeza de que vivía, creo que tampoco nos pondremos de acuerdo sobre el hecho de su muerte. Escribió poco. Leyó mucho. Mil vidas muertas, que eran o antiguas o ficticias, pronto habían ocupado el lugar de su vida. Como todo ser que lee, poseía la rica piedra que trae de nuevo a la luz la sombra de los muertos aunque, con todo, nadie tenga la certeza de que por un golpe opuesto no hunda a quien la posee en un mundo imposible. En ese caso, ¿por qué no desaparecería allí donde desaparecieron esas vidas pasadas? Fue todo lo que leyó. En 1492, en 1519, en 1531, gritando: ¡Tierra!, en las orillas de América, de Méjico, de Perú, era él. 


El lector, Pascal Quignard



La inmovilidad de la noche

Las palabras
reducidas a distancia cero sobre mi cuerpo.

No existen lindes entre el gesto y el trazo.

Nunca antes pude dibujar mi silueta
en estos interminables vagabundeos nocturnos.

Sólo esta vía apócrifa,
                      emocionante en su falsedad,
                         permite acceder en la noche eterna.

La noche se alimenta de la pujanza de la escritura

Suenan los encantos de la noche pausada,
         descienden sobre quien ansía mudarse de la vida,
                                                             [ hacia el sueño


*

La noche del mundo en el rostro de un hombre que ha conquistado el rítmico placer de las palabras

Se ha obstinado en tararear mentiras que sobrecogen su corazón,
    preguntas por los confines,
    por un deseable fondo de silencio

Bordea sin fin la noche,
pertenece invariablemente al movimiento que zumba por encontrar el límite,
                                                                                   [ la salida, el fuera de sí

Ante el llamado mudo:              
 - Palabras de silencio.

Sin otra estrella guía:
 - Habrá que seguir la estrella ausente del lenguaje.


**

Noche,
     comenzamos a tejer
                 pequeños lazos.

Saldré sin remedio al sueño,
                           sin voz,
                         buscando fantasmas que iluminan profundidades.

Más allá de la lengua,
         un ojo
    ( fulminante )
abre paso a la experiencia en las riberas de la tempestad:    
                       fondo nocturno de la tierra

                 ojo
 que concentra y manipula
  lo que está sin terminar,
guarda el secreto del arte de los sueños.





lunes

Caeca nox

De los lazos que me unen a la noche

La noche huele a tinta, a desesperación.
La escritura es una broma que tiene por principal atractivo la irrealidad de sus manifestaciones.

Se escribe en un estado anterior a la locura:
    - ¡Cual poseso infame, subordinado a melodías nocturnas!
    - Con frecuencia, todo es un mal entendido.

De noche, me gusta ser interminable búsqueda,
    cabeza desesperada adentrándose en los vastos espacios del desaliento.

La noche es el fondo del mundo 
fuente misma del lenguaje:
- deseo el misterio de la muerte;
                        viajando solitario, intruso.

(acostumbrado a pensar en la muerte
el horror de su cercanía me parece tan habitual
 que
  morir para pensar
   resulta apenas una frágil
caída)

                                     *

De su fondo,
    intento sustraer aquella frase luminosa,
        arrogante,
 desordenada hasta la saciedad.

    Tu retrato certero, evanescente.

- Para cuanto podría saber de ti, me digo,
    no es posible pensarte sino efímera,
        tu voz entre sueños, balada nocturna.

De noche, una irresistible pasión por la belleza:
    el secreto de la creación fulgura en la memoria.
                Los sentidos intentan estallar.

                                   **
   
    Entregado a la escritura mientras dormito: ejercicio de traslado.
    Intento hacer corresponder el lenguaje del sueño
                        con las letras.

Gesto irrefrenable que busca continuar el sueño,
    esfuerzo por recuperar la dicha de la transformación,
                      de la materia mutable.

Escribir tras el sobresalto,
        al pie de la cama,
        posterior al sueño.
    Es posible encontrar el instante perfecto para desaparecer.


                                ***

La escritura - vía de acceso a la noche:
      promontorio ritual de quien se consagra a lo intemporal.

La escritura - poder del desarraigado:
     desde las primeras palabras,
     la exigencia de un nuevo reino,
         lejano,
      sin porvenir ni pretensión.

Mis manos han sido cómplices de palabras que interrogan a la noche.
    Cómplices de su irrupción falaz.

Dejé caer palabras entrecortadas.
   Frases ajenas, errores.
   Ante el silencio que sobrevino,
            un presagio de fuga, de persecución.

                              ****

La cualidad de la sustancia noche es persistir sobre los nervios.
Hay quien advierte por vocación el estudio de esa sucesión inalterada.

Noche: reverso de la vida,
            experiencia desmesurada, privilegiada.
En su espacio ilimitado es posible cualquier contacto anómalo.

Se indaga sobre sus versiones,
    se espera llegar a aquella que sucede violenta,
    en el silencio soterrado del sueño.

La escritura - violencia en el silencio inmóvil.

Una mano teje espíritus,
gira sobre la
hoja,
          traza el signo del dolor

sábado

La cara

Birgitta Trotzig


    Las caras existen - no existen.
Lo que está en la cara - no es.
Lo que no está - es lo que es.



    (ve) la cara -ciegamente cerrada, inaccesible, destruida, tonta.
La luz de la calle vaga por la bóveda ocular, los pómulos, el hueso de la nariz, los labios. Los ojos sumidos en una sombra profunda, como superficies de agua sin vida, un agua estancada en lo hondo debajo de una bóveda, la cara, una catedral abandonada y profanada como después de una guerra, despojos vacíos, reflectores que se mueven sobre superficies saqueadas.
El movimiento en la cara:
“¡Persigue la mancha ciega!”
“¡No tengas miedo, vuélvete loco!”



    La cara es la membrana del lenguaje, comunica y se calla, comunica ocultando lo que dice.



    Las caras, imágenes ciegas

    Las caras impenetrables, abisales, sin sentido --sólo sentido.

    La gente, figuras de piedra.
    Las caras de piedra en el parque, expresión barroca petrificada en paroxismo, cresta de ola detenida. Selección de expresiones detenidas. ¿Quién es el que vive en mí, quién el que llorando violentamente me quiere reventar la piel? Cuando la gente te hace máscaras de piedra, cuando la luz cae como si fuera plomo, cuando las calles de las grandes urbes son tumbas de volcán. (A veces, contra una pared cualquiera, se ve la huella ligera de una mano, pero la cara ya no regresará).

    La cara: la doblez. ¿Lo uno o lo otro? --¿luz? luz dentro de la sombra, el núcleo de la sombra dentro de la luz.

    Me miro en el espejo. Una extraña absoluta vive su vida dentro de mí. Es una cara, no cabe duda, pero más bien es una pared oscura. No hay mapas. Por lo visto convivo con esa extraña como con un mellizo siamés. Cuando me despierto, ella se despierta. No hay otra manera de pintar un autorretrato que desmembrándose, romperse en pedazos siguiendo los movimientos de la destrucción, en el sueño uno puede ver su propio cuerpo alzándose del agua clara, cantando y hablando flota en la corriente asfixiante, la boca le canta al pensamiento y la memoria, se hunde, canta desde la memoria de la desconocida.



    El mensaje de la cara puede ser: rómpete.

    El director de la pequeña orquesta (nacido en Köningsberg, contorsionado en su máscara “a la manera de Callot”) parecía un insecto y perseguía una imagen encendida, una cara que se había hecho invisible a causa del dolor irresistible que le dio cuando se la incrustaron en su mirada, sus miembros sus sentidos su todo se agitó y se deformó bajo el sello inmisericorde, quemante, así se puede vivir --Julia Marc?

    “Alguien tiene que ser el traidor”, le musitó ella suavemente, “no quieres se mi traidor?”

    El alma sale a cazar. Encuentra una cara. Se la come.

    “Y él vio con horror que cada vez que la tocaba la destruía de una u otra forma --se le empequeñecía temblando, lesionada, tambaleándose, imperfecta, ya no era nadie sino salgo ridículo y roto, una basura sin huellas”.

Mapa. --Al que se ama no se le ve. La cara desaparece para siempre como en un encandilamiento. Un sentido secreto, hasta ahora desconocido, lo sustituye. Las líneas que queman conducen a la sombra que deslumbra, la nube de la invisibilidad --abandonado en una tierra saqueada que no tiene más que cicatrices y huellas.




    de la memoria de la desconocida: la muerte de alguien.




    La cara: el muro: el ataúd sellado. Fiebre pesada y mansa.

    Alma pequeña, inquieto mariposeo de luz a través del muro, ataúd de plomo. Alas de luz, gritos. Alma pequeña, sombras de luz se sofocan en los árboles, buscan algo en la luz, en la luz ebria de la primavera.

    Las estructuras iluminadas de la materia del cuerpo en torno a los ojos bien tallados --¿qué veo, qué es lo que no veo? La rajadura del cuerpo de cristal. Veo nubes oscuras que llamean.


    La historia de los muertos era agobiante en Riga.

    En Riga una iglesia oscura (largos años, decenios). Baho la cúpula, los pobres sucios, grises de solemnidad. En algunas manos, pergaminos extraviados con escrituras de viejas creencias. (En el barrio Mosjovskaya). De la muchacha rubia y ciega salían extraños sonidos, gestos

    La muchacha que cantaba sobre los muertos de Riga, era ciega y muda

El nuevo idioma es uno con los labios, rebasa la ceguera y la mudez, no se separa del cuerpo, no se separa del alma. El nuevo idioma es confusamente oscuro, ininterpretable, ese idioma es mudo y tartamudo, salvaje y atormentador, ajeno y destrozado y es un remolino --así debe ser, idioma animal e idioma de piedra, se rompe con el remolino




    Caras: muros, máscaras, masa, firmes, apretadas, rígidas, se pega la firmeza apretada y rígida.

    Ensor, procesión de máscaras, caras violentas pegajosas, la muerte los guía a través de la luz primaveral, se van a diluir o van a desaparecer, van a hacerse insufriblemente claros o se van a romper?--

    pero de pronto todo es paisaje de luz, la luz da a la luz y pare montañas, ríos, faldas de montañas, grandes ríos serenos, la luz a través del agua crea coronas de reyes, movimientos, seres

    La luz llega como un ácido, penetra, corroe, flotan las islas de la piel del pasado con grandes poros, flotan y dan vueltas, es un remolino
    bocas fracturadas, negras, llenas de heridas. Ojos diluídos deslumbrados, de las pupilas inexistentes la luz ve la luz imparable

Las caras son

Caras swendenworganas, de Josepshson, caras santas, embarradas, sucias, bienaventuradas --nubecitas difusas que brillan. Nubes de mariposas claras con ojos negros. Aquí domina la luz impenetrable.





domingo

Hacia el interior, es precioso orientarse cuando la vida está llena de infinitas incertidumbres e imprevisibles extravíos. Hacia el interior significa caer en una gran desolación.
 
Desde mi primer recuerdo y hasta la última de mis fantasías, he conseguido mostrarme que sólo los cantos dirigidos a la noche y en vela, son poco más hermosos que el trasfondo de la vida: violencia oscura, instante a instante de aniquilación.

martes

Se suele abandonar a las palabras inmediatamente después de que el sujeto recupera la unidad. Tal vez, el combate jamás existió pero las palabras cimbran como en una imagen alucinatoria creada por el horror a la autodestrucción.

Shunsaku Hishikari

Para definir las razones por las que quisiera un poco más de tiempo (entre negociaciones con mi cerebro y otras tantas con mi alma), encuentro que no es sano para mi memoria radicar en la enfermedad.

viernes

De los encantos de la noche pausada

Hizo de la noche su reino. Se trata de una noche interior: una morada humilde y cerrada donde hay un cuerpo humano iluminado parcialmente por un solo foco luminoso. Tal es la unidad de la epifanía: 1. La noche. 2. El resplandor. 3. El silencio. 4. La morada cerrada. 5. El cuerpo humano.
Pascal Quignard - Georges de la Tour


Sin esperar nada a cambio, se le arroja al mundo. Ha oído ser el último testigo, muerto. Puede que tenga tiempo para constatarlo pero debe ser cauteloso. Semejante a quien, hablando siempre para sí mismo, obedece a una conciencia observadora. Su único consuelo: la escritura. Lo ha comprobado y nos hace saber la excelencia del dispositivo, útil contra desesperanzas y gollerías. Tan es así el consuelo que, prefiere usarla sólo en las ocasiones en las que una aguda tensión lo separa de toda ley. No se atreve a abundar por miedo a traicionarse. Es, digamos, la sospecha del instante en el que la letra se traza. Sospecha de ser, sospecha de no ser; es, digamos, lo que le retiene de aprovechar la finalidad que puede o no existir en vaciarse a cada paso, en tratar de reconocer cada letra cual suspiro de temperamento:

Decir que frente a la decadencia, la noche y la poesía redimirán, parece más un pensamiento nauseabundo que un proyecto de belleza.

*
Existen formas que ignoran el tiempo, descritas por hombres que no saben hablar.

*
Tristeza: flujo, plegaria, encanto. Detrás del tiempo, la noche duele, clavada, cansada de los cantos que le culpan. Gran culpa, ser noche.

*
Suenan los encantos de la noche pausada, descienden sobre quien ansía mudarse de vida, hacia el sueño.

*
La escritura, poder del desarraigado. Desde las primeras palabras, la exigencia del nuevo reino, lejano, sin porvenir ni pretensión.

*
Nada es indispensable, ni residencias, ni dios, ni tiempo. Así la experiencia del ser desarraigo.

*
Con irremediables deseos de simplificarme, coopero con la oscuridad que lo abarca todo.

*
Mínima como una tarde en la que se habla de lo irreal. Así mi escabullida, pequeña ausencia, viaje entre intersticios.



*
Noche infame, extraña, muda.

sábado

Penumbra, escritura

Una ciudad debería ser clausurada cuando los rostros de sus habitantes cargan el silencio crítico de la desesperación.

No es por necedad que se guarde silencio frente a una noche abierta, marcada y azul; hoy es noche y nosotros sólo sabemos guardar silencio.

Disponer del lenguaje como quien se constituye en el movimiento de acceso al origen, rastreo de los ancestros, eco deliberado, fuente sonora. 

En el instante de vida del recuerdo, la mente es invitada a atisbar en la penumbra. Existen fantasmas reconocibles sosteniendo lámparas que permiten asomarse a lo inmemorial.

Guillermo Kuitca - L’Encyclopédie (Marble Flooring Plan of Rooms Under the Dome des Invalides, Paris), 2001


Descifrar el resplandor que anuncia la salida del reino. Entrada, salida. Umbral. La propulsión me lleva hasta la ventana, abierta a la noche, a los gritos de la oscuridad.

Confundido, completamente ciego, sueño un estilo, me aparezco en una forma. Después, termino por arrancarme el cabello. 

De los insomnes es exclusiva la noche y su ilimitada revelación del temor.

En las terrazas del sueño, las flautas de la muerte tocan una viejísima danza siniestra.

domingo

Ya sin esfuerzo, desnudo frente a una escena de inigualable ferocidad, confiesa: en sus ojos, se ha quedado grabada la escritura del tiempo.

No había modo de hablar, con la garganta casi cerrada, de pena y de culpa, temía un escándalo. Callaba en la sombra, sectario y clandestino.

Tener la sensatez suficiente para interrogar un antiguo terror devenido en poder de resolución de muerte.

Admirable podría ser quedar por fin liberado de tortuosas conversaciones, riñas o interrogaciones de escasa importancia.

Notar que las palabras son, a un mismo tiempo, montón de vestigios en los que palpita lo arcaico en estado puro, así como aparición temeraria y cínica.

Armand Henrion (1875-1958 )


Recorrer las calles como si no hubiese predicado, rogarle al mundo que clame, que grite, que tome la palabra. Al dios infernal rogamos entrar, noche funesta, alargando los brazos en rito de plegaria. Dios, firme ante la luz que brota del mármol esculpido por tus manos de artesano, indolente. Dos muletas no sostienen, son de acero, oxidado, roto. Aún así, me siento tranquilo, no debo mas que la vida que no tengo. Ante tus ojos, me repliego, mujer de suaves gestos, olvida que tenemos algo que hacer. Piérdete conmigo, arriba, abajo, levitando. Dos muletas nos sostienen y no nos dejarán caer. Dos vidas pueden sostenerse en el grito enmudecido de los condenados. 


Arturo Rivera Golucho (Miguel Ángel Mayo)
La noche huele a tinta, a desesperación. La escritura es una broma que tiene por principal atractivo la irrealidad de sus manifestaciones.


La noche desbordada de un silencio tan antiguo como inhumano. La noche infame, extraña, muda.


Noches en las que me gusta ser interminable búsqueda, cabeza desesperada adentrándose en los vastos espacios del desaliento.


La atracción de la tierra disminuye para aquellos infelices que han dejado de pertenecerle, ejercitándose en el arte de la desaparición.


El mundo es el torrente del tiempo en el cual irrumpen seres que temen la muerte. A veces, ese temor, se manifiesta de formas magnificas.




sábado

A través de la oscuridad, en el sueño, despojado de cualquier sabiduría, vagando por la cara oculta, víctima de una voz que viaja en espiral, provocando siluetas, nubes de confusión. Hace tanto silencio, sólo se sabe reconocer la irrevocable boca del pozo que habita y, a su vez, construye, la voz espiral. Es un amor enemigo, sentir atracción significa volverse vulnerable.

 

Descansaré, cual bestia herida.
Del país del olvido, la muerte ronda en silencio, temiblemente hábil. Tiende sogas, se inflama poderosa, inclusive frecuenta a dioses huidos. Cada frente, cada cara que adquiere su semblante, se mira con esas infinitas ganas de estallar sin mayores contratiempos. Cada rostro, desdibujándose, habla sin cesar su lengua herida. Es incomprensible, una alteración en la mirada, enfrentarse a los gestos imprudentes del instinto de muerte.


Vivir en el sótano, comprensiblemente silencioso. Al final de mi piel, una herida. La muerte uniforma todas las secuelas del terror. Me impide saber si puedo salir o, por lo menos, mirar por la ventana opaca.

miércoles

Son cinco horas después de la media noche. Los coches que cruzan la avenida lo hacen rompiendo la breve tranquilidad en la que cae la tierra, ahora ya no inhóspita, casi podría decirse, infértil. Son cinco horas después de la media noche y hay que esperar, por lo menos hasta que el día tiña, con su fulgor lechoso, los contornos de la realidad. Como suele decirse (y nadie soporta), lo que se espera jamás tendrá lugar. El día se aproxima y San Pedro volverá a llorar al escuchar que el gallo canta y presagia su traición y el mundo tendrá de nuevo a su dios en la cruz, y nada hará de ésta noche insoportable de hastío, de vigor y tendencia obsesiva y muerte, una noche excepcional, pues la noche no permite los contornos, no distingue límites, no favorece la proporción. Al no permitir la distinción entre lo consumido favorable y lo crispado que daña todo organismo, la noche finalmente es torrencial puro, cascada de maravilla y fascinación. La noche es deseo, uno no tropieza con su mirada en abismo sino que se cae dentro. La única forma de caer en la noche suele entenderse de manera sencilla pero no por ello menos turbadora. Quien espera, ante toda improbabilidad de que su espera le sitúe tras cualquier pista, de forma certera, infame, infantil, sin notarlo, cae en aquella fiera alevosía. Cae sin remedos, sin dudar un segundo si las persianas de la habitación necesitan o no ser bajadas; cae dentro de la noche pues no existen ya contratiempos, la melodía nocturna es un flujo que introduce de lleno al momento sin espacio que es la noche. La noche suele persuadir a los cuerpos en su caída, expuestos a una luminosidad cálida sabrá nadie de donde proveniente. La noche suele ayudar a los cuerpos de nervios tensados, les procura conocimiento acerca del por qué es mejor no tocar tales o cuales fibras, tales distancias etéreas. Los ojos se inflaman, las manos tiemblan y piden ser tomadas por unas manos expertas, capacitadas para el control de situaciones, conscientes del contacto piel con piel. Los métodos que nos ayudan a transitar la noche sin recurrir a la muerte son de una precariedad asombrosa. Salvaje en la práctica, toda acción cometida en favor de superar el contacto con los vientos de la caída nocturna, es pulsión feroz, animal. Toda la noche será descarga y espera en vano, nadie tomará en cuenta lo que pueda o no ocurrir mientras cualquiera de nosotros cae.

Francis Bacon

domingo

Contengo apenas la respiración. Me cuentas otro sueño sin fatiga. No podría seguir callando pero tu voz melodiosa me impide interrumpir. No quiero interrumpirte. Cada palabra revolotea, da vueltecillas para llegar a mí, dejándome completamente sedado. Sin embargo, comprendo que, en veces, no eres real. No digamos auténtica; tus versos saben a complicidad. Es otra cosa. Posiblemente nadie jamás podría encontrarte dos veces la misma sonrisa y es ello a lo que me refiero cuando temo perderte. Nunca vuelves como aquella misma pero te entregas sin fuerza a cada instante, cálida, dueña, demasiado frágil.


Jim Peters

Aquella palabra que intenta formularse en mi boca o bajo mi mano, me gustaría aprehenderla en la memoria. 
Reconozco mi impotencia, no puedo contenerla.        
He comprometido mi temperamento a cazarla. Puede llevar días enteros su sensación y desaparecer cuando tengo mayor conciencia.        

La he visto planear cerca de un árbol, la acecho.
Un apetito descarado me inflama, tenso con desagrado el arco.

Sé que no ha caído a tierra, que vuela con gran decisión por sobre mis certezas.


  

martes

Tiempo de conseguir voz y prometerme así encuentros de día, de noche, a destiempo o no planeados.



En el silencio imposible de la maraña de hogares al que poco a poco me acostumbro, una hora antes del amanecer. Creo entender cómo funciona la vida en una ciudad dormitorio. Supongo que los sonidos que  brotan de su tranquilidad superficial son el pretexto oportuno para recordarme una vida en la que existo. Motores chirriando sea por tierra o por aire. El frío modula los tiempos con los que sus sonidos me asaltan,  acorazado, con apenas una mirilla a la que no recurro, no reconozco más que a ciegas, desde un difamado habitáculo, presto a una continua desconfianza. Nunca relaciono esos sonidos a un rostro o al calor de un cuerpo. No podría saber siquiera si tengo fe de la existencia de los objetos que producen tal o cual sonido. Son para mí brechas espaciales. Cada una disfruta del corte violento que produce a su paso. Esa violencia con la que juegan y abren espacio puede ser considerada su lenguaje. Son sonidos que habitan una noche en la que yo humano pierdo terreno, alojado, oculto, permitiéndome apenas un encuentro indirecto con ese lenguaje nocturno y callejero. Destinado a concentrar mi atención en los espacios de luz y afecto, huyo hasta mi cama en donde la comodidad resuena y diluye las posibilidades de aventura.



jueves

Con la intención de que su cuerpo respirara, quitó de encima las sabanas, quería disfrutar la calidez de cada gota seca. Durante la noche, un pequeño malestar le había acompañado hasta poco antes de caer rendida finalmente ante el sueño. No durmió en descanso, sino alejada, en las corrientes agresivas de la pesadilla. Camino de vuelta, comprendió que era mejor olvidar todo y así lo hizo. La mañana comenzó con un mal presagio acerca de la amnesia y lo onírico. No obstante, consiguió recuperar algo de claridad debajo de los párpados. Figura de asombro y muerte, el corazón temía la oscuridad superada. Caer detrás de los tiempos y no encontrar apenas indicio alguno de vida. Caer detrás de cualquier noche, ante un sin número de vórtices afilados (los visibles) y agudos (los audibles).


Albert Joseph Penot

martes

Después de la niña, todos murieron al pie de las locaciones de Cruz Roja. Siendo Hijos de la medianoche, cada uno se privó hasta el silencio y la oscuridad. Fueron unas manos anónimas las que prestaron ayuda a sus cuerpos perecederos. Nadie tuvo a bien reparar en las manos y esos labios cada vez más fríos. Los ojos permanecieron incansablemente ocultos, sus párpados dolorosos desmoronaban aquellas esferas orgánicas con el peso de los días agotados recorridos buscando ayuda. Al levantarles nadie habló. No era posible hacerlo, de entre quienes se atrevieron a acercarse, parece que no existían dos conocidos. Por ello fue mayor la dificultad para decidir hacerlos entrar, puesto que, en silencio, se les asociaba con tan tremendas flotilllas de despojados, la mayoría carroñeros, que últimamente recorrían los espacios delirantes y corrompidos por el sol que les separaban de cualquier otra región. No era necesario conseguir nuevas y malas experiencias a las que poder estar expuestos. Nadie quería hacerse responsable de entablar alguna especie de diálogo y conocer sus intenciones, pero tampoco se tenía que perdonar a todos. De los hombres que se encontraron, a ninguno le hacia falta un miembro tajado, posiblemente aquel que no les era útil para lo indispensable y con toda la intención de donarlo como alimento. Tampoco fue posible responder ante la necesidad de sepultura, nadie conocía sus antecedentes, ni aquellos sus ritos que les permitirían transitar un desierto de mayores peligros, buscando la región de la muerte. 

Nicolas de Staël

sábado

Agendo urdir un nuevo comienzo, búsqueda de sanación y ocultamiento, vivir atendiendo a la callada inocencia recobrada. Los sistemas que tal vez sea preciso usar se limitan a la pasión por el hambre. De momento, mi imaginación me permite pensar resultados, diseñar formas de discursos colgados de las palabras, sin añadir emociones ya expandidas, ni conjurar silencios hoy día desoladores. Mientras se asientan cuan presupuestos, las primeras artes de cabecera respectan al juego de reducción de sentidos en el lenguaje. Los seres que acompañarán este tipo de experiencia, son como las figuras animadas de numerosos muertos, visibles apenas gracias a un truco de luz sostenida por unas temblorosas rodillas que distribuye conocimiento anterior al logos: sensación genuina de ser y estar, perpetuamente existir como extrañamiento.

Nicolas-François Regnault
Grotesca cuanto puede ser una persona despojada de dignidad hasta la piel. Los sin duda porte cabizbajo dueños apenas de lo que irán recogiendo en un mundo todo basura. Dejan correr una mirada que no hoza absolutamente nada, pues ya todo lo tiene perdido y no quieren recuperar nada. Tendríamos que llorar ante cada voz de despojo. Entregar esa luna que demandan los sucios habitantes de elevados riscos de la podredumbre. Dinero y ante todo, una forma de mirar su ridiculez como siquiera nadie le mirará, como una vez por encima de lo bárbaro, adictos a los espacios de resplandor apuntados por el dedo índice. Menos forzado, también podrían dejárseles, detrás de casa, gnomos de cerámica vieja, mirar como les recogen cual droga sagrada para llevarles de inmediato al fondo del patio, derritiéndoseles ya las furiosas ganas de hablar de realidades.

 
Mary O'Malley, Mandala 2


*
Por un sin fin de atajos, camino lejos, despacio, desesperado, algunas veces comportándome con bastante delicadeza. Me gusta contener la respiración y que mi cabeza zumbe y conseguir que  debajo de los párpados todo se torne sangriento, casi hasta que mis ojos estallen. 
  Recuerdo un paso paseo huida por el largo de un estrecho corredor en cuyo fondo podía verse a un anciano, bigote tupido, monstruosamente drogado. Nunca supe que parte de sus servicios tendrían que ver con ese su pulgar cerecenado, se pensaba podría haber sido una ofrenda relativa a su espantosa actitud silenciosa.
  De momentos cumbre y apoteosis no sé absolutamente nada. Casi puedo decir que me ofrezco directamente en sus vías negativas con ilusión, pero no tengo claro si habré de conquistar o, todo lo contrario, desprenderme de qué o de cuánto. Confieso que, habiendo envuelto cuerpos de animales decapitados, los he llevado hasta cavernas conocidas por su misterio y, entregado a una repugnante excitación, pago mi saber de mortal.


 
Mary O'Malley, Altar 3, 2010 (detail)

*
Krandemousen se sonrojo a medida que le reconocía en el anden, soportando las punzadas de frío. Los suaves cachetes no temblaban por el clima sino conteniendo la insospechada sorpresa del encuentro. De saber que cualquiera de nosotros habría podido estar en su lugar, esas breves frases que ninguno dijo habrían pesado lo mismo que pesaron cada año, debajo de sus ojos.
  De lo que sí hablaron demostraba cuan profundo era el aprecio por tomarse de las manos, quitándose los guantes, como si no existiera ya ningún peligro, esforzándose porque ese mantenerlas entrelazadas fuera en todo momento sentido y calidez.
  Dos horas después, casi para recoger la mesa de la cena, Krandemousen insinuó el mérito del viaje y en ninguno de los dos se formó la sombra de las vidas perdidas lejos, dónde esa luz titilante no podría sobrevivir. Fue más resolución y destino perdido pero rescatado. Posibilidad de construir una vida y su hogar, sí, no importaba, rodeados por aquellas rocas puntiagudas.

Mary O´Malley, Altar 1

Nadie contendría de tal manera sus palabras si no fuera por todos conocido el peligro de hablar de Loaño cuando demoraba tiempo para la muerte de sus tiranos. El peligro de apagar las velas después de las horas permitidas, de susurrar nombres y deseos al oído del amante. Frontera al olvido, los momentos que siguieron en la casa de piedras de Krandemousen correspondían al placer del consumo de las energías apabulladas. De soportar fascinados la incandescencia que producían sus cuerpos al contacto, años ha extraviados.

viernes

*
De un día lejano, oscuro. Fondo de primavera consumida. Dos moles de acero se mueven entre ruidos de época.
  Al tintineo de una moneda justa, la pequeña mano de una señora me pide ayuda para...  -no esperar; demasiadas sospechas: cómo saber que todas las personas que corren a mi lado son-un-estar-en-el-mundo.
  Quedan impresiones mediocres de mi andanza. Dejo la calma para los que deciden esperar. Me siento cómodo en el alboroto y cuando decido no encontrarme con nadie.
  Ya comienzo y nada me da más gusto que fastidiar la visión. Forzado a ocultarme, esta noche recurrí a Portrait des meidosems

                    ¿Pueden acaso treinta y cuatro lanzas imbricadas
                componer un ser? Sí, un meidosem. Un meidosem doliente,
                un meidosem que no sabe ya cómo ponerse, que no sabe
                ya cómo comportarse, cómo hacer frente, que ya tan sólo
                sabe ser un meidosem.
                    Han destruido su "uno".
                    Pero aún no está vencido. Con las lanzas que deberían
                serle útiles  contra tantos enemigos, primero se ha traspasado
                el cuerpo.
                     Pero aún no está vencido.


  Henri Michaux

sábado

 *
 Llegando a límite (síncope), después de querer ser a todas sincero conmigo mismo, no puedo más que quedar callado, bajo peldaños de hojas impresas. Un botellín de agua me ayuda a resistir su próxima caída. Mirando de nuevo aquellos rostros extraños, cercanos gracias a la imaginación vouyer de los programadores. Debo dejar de pensarme inepto. Debo corresponder a mi condición. Grises serán aquellos días, pero cerca del desierto. Días añorables donde mi vista se perderá lejos, lejos de toda pantalla infame.

Anya Triestram

viernes

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Bastante a menudo, el hombre está harto; hay epidemias de estar harto […];
pero, hasta ese asco, ese cansancio, ese disgusto de sí mismo, todo se desborda 
en él tan poderosamente que, enseguida, se convierte en una nueva atadura.
Su no, dicho a la vida, trae a la luz, como por arte de magia, una multitud de síes más delicados […]
F. Nietzsche. Zur Genealogie der Moral.

En la mañana, lejos de permitirme control, asumo la posibilidad de que el mundo se termina y comienzo autodestruyéndome. Me permito la continuación de un fino pensamiento que me ha seguido a lo largo de suficiente tiempo. No cambia en nada cuando llega nuevamente, siempre trae consigo los mismos rostros, sus ímpetus y aquellas sus risillas con las que en el despertar del día anterior aparecieron.

Aprecio que me dejen solo, de manera que puedo recorrer infinitamente cada centímetro de mí espacio. Dirijo mi atención hacia lo que podría ser ese intangible yo que nunca se manifiesta completamente. Me rindo y adormezco entretejiendo historias que después no puedo apresar y que me pesan tanto en su absurda lógica, pues tratan de prevalecer por encima de toda convicción, custodiando desde una infame zozobra, sacando provecho de su momento a solas. Es justo cuando un destello de tedio me pone en pie para comenzar de nueva cuenta el recorrido interminable que mi enclaustramiento había preeveído desde siempre.