Grotesca cuanto puede ser una persona despojada de dignidad hasta la piel. Los sin duda porte cabizbajo dueños apenas de lo que irán recogiendo en un mundo todo basura. Dejan correr una mirada que no hoza absolutamente nada, pues ya todo lo tiene perdido y no quieren recuperar nada. Tendríamos que llorar ante cada voz de despojo. Entregar esa luna que demandan los sucios habitantes de elevados riscos de la podredumbre. Dinero y ante todo, una forma de mirar su ridiculez como siquiera nadie le mirará, como una vez por encima de lo bárbaro, adictos a los espacios de resplandor apuntados por el dedo índice. Menos forzado, también podrían dejárseles, detrás de casa, gnomos de cerámica vieja, mirar como les recogen cual droga sagrada para llevarles de inmediato al fondo del patio, derritiéndoseles ya las furiosas ganas de hablar de realidades.
Mary O'Malley, Mandala 2
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