Del país del olvido, la muerte ronda en silencio, temiblemente hábil. Tiende sogas, se inflama poderosa, inclusive frecuenta a dioses huidos. Cada frente, cada cara que adquiere su semblante, se mira con esas infinitas ganas de estallar sin mayores contratiempos. Cada rostro, desdibujándose, habla sin cesar su lengua herida. Es incomprensible, una alteración en la mirada, enfrentarse a los gestos imprudentes del instinto de muerte.
Vivir en el sótano, comprensiblemente silencioso. Al final de mi piel, una herida. La muerte uniforma todas las secuelas del terror. Me impide saber si puedo salir o, por lo menos, mirar por la ventana opaca.
sábado
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario