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No rememoro tiempos en que no fuera de noche, de manera que no he tenido jamás forma distinta para señalarte que no fuera este distraído y atento juego de una mano que no diviso. Giorgio Manganelli





lunes

Tan curiosa el alma que se desecha en vanos intentos por dominar una lengua, su tono. Por el contrario, nada curiosa, más bien soberana, elegante, aquella palabra necesaria, capacitada para estimular hasta el orgasmo. Tengo un color, aún debajo de esta careta de cedro, olorosa, nada seductora. Mi confianza la pongo en saber traducir lo que se formula debajo. En conocer la disciplina a la que debe someterse para decantar, una a una, toda ligereza en el eco deliberado del alma marchita. Disímil la lucha cuando por costumbre me he nutrido con el derroche torrencial de imágenes sin sentido. Cuando he decidido desvanecerme contaminado, loco, infantil, destruyendo y gozando con ello, sin lugar, sin estima, provocándome la impotencia, sanando en un rito demencial y arrogante.



(Nadie escucha y todos obedecen a ese sonido, a ese acento, a esa inflexión que los guía.)

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